'Sí, viví en un ambiente muy lindo, con mi madre querida y todos mis hermanos'
Arcadio Sánchez Rodríguez
viernes, 05 agosto 2022 | 20:47Dos meses después de los festejos del Cincuenta Aniversario de la Colonia, muere Magdalena Rosas, considerada como la Madre de la Villahermosa, por ser la iniciadora y primera Presidenta de la Mesa Directiva.
Fue la primera protagonista de esta historia tan bonita, de hace medio siglo. Pero hoy esa historia tiene un capítulo muy triste, lamentable: ella murió, tras complicaciones posteriores a la fractura de cadera.
La Funeraria de la Villa y la Parroquia de la Villa. Fue un velorio, una misa y un funeral alegre, con las notas y las voces del Dueto Moonel. Honras fúnebres dignas de ella, de quien se dijo, en su misa de cuerpo presente, es la Madre de la Colonia Villahermosa.
Festiva, alegre, como era ella, deja su recuerdo, su memoria, en voz propia y primera persona. Aquí su testimonio:
No, pues, nací en Santo Tomás el día 5 de abril de 1935 y a mucha honra.
Sí, viví en un ambiente muy lindo, con mi madre querida y todos mis hermanos.
Antes si éramos muy ricos, mi padrastro era hacendado, pero como a mí todo el tiempo me gustó trabajar, yo todo el tiempo trabajé y he trabajado y trabajaré hasta que Dios me conceda la vida; desde la edad de diez años empecé a trabajar yo, en las labores con mi padrastro. Yo me levantaba a las cuatro-cinco de la mañana para irme a trabajar con mi padrastro en las labores; chiquita, en un caballo me montaba y me pelaba.
Nomás que no recuerdo en que año fue esa pobreza que vino, porque fue no nomás para mi casa, no nomás para mi hogar, en todos los hogares se acabó lo que tenían; fue una cosa muy… que se murieron los animales, las vacas, tenían que vender el que estaba mejorcito para poder ir comiendo, y así fue, así fue la vida mía desde chiquilla, pero todo el tiempo he trabajado y todo el tiempo fui muy buena hija, muy buena hermana y muy buena de todo, de todo, de todo. Fui buena con mi familia, todo el tiempo he sido buena con mi familia.
Exactamente a la edad de 16 años me salí a Juárez a trabajar. Pues trabajé igual que en todas partes, en las casas, con personas que ni conocía yo, pero de todas maneras tenía que trabajar para ayudar a mi familia, para ayudar a mi madre.
Pues me vine como quien dice de raid, en el tren, hasta ahí el Presón de Golondrinas y de allí me dijeron que tenía una tía por acá, y que se llamaba ella María, de qué es mi tío, este, Arana; ella era media hermana de mi abuelita y me dijeron mis familiares los que estaban en las Golondrinas, en el Presón de Golondrinas, que era tía de nosotros; yo no la conocía y me vine también en el tren, hasta aquí, hasta Nuevo Casas Grandes, y la busqué, y la encontré; y ya me puse a trabajar…
En donde trabajé primero fue con este señor Gómez, Victoriano Gómez, con la esposa de Victoriano Gómez, allí en su casa, ahí trabajaba mi prima María Elena también, ella trabajaba en la tienda, porque tenían tienda, eran los dueños del Waikikí, y ahí trabajé yo, mucho tiempo trabajé con ellos.
Yo vivía por el callejón Revolución, enfrente del tinaco del agua, allí vivía con mi tía Mariquita, con ella estuve, era casa de ella, de mi tía.
Pasando por allí vivían los padres de este señor Cobos, el que fue Presidente, ahí los conocí a ellos, estaban muy jóvenes todavía cuando yo los conocí. Yo pasaba todos los días al trabajo y me los encontraba cada vez que pasaba, de ida y de venida.
Eso fue mucho después porque ya tenía como 16-17 años, más o menos, y luego me fui a Juárez a trabajar también, otra vez, y luego me vine otra vez aquí a Nuevo Casas Grandes, ya cuando tenía como 20 años, 21 más o menos; estuve trabajando otra vez y ya, pues conocí al que fue mi esposo, y ya me fui yo y ya fueron a pedirme para casarnos, nos casamos bien, ¡mire, ahí está mi foto! Ahí en Santo Tomás nos casamos.
Y luego siete hijos, y dos que tengo como si fueran mis hijos, de una de mis hijas, legalmente son mis hijos porque están registrados como hijos míos. Y toda la vida he trabajado.
Toda la vida he trabajado, con Rebequita Anchondo trabajé mucho tiempo. Con ella pues en la casa, le ayudaba a ella a limpiar la casa. Ah no, me traía muy guapa, muy elegante; Rebequita nunca me hizo menos a mí, ella me ponía, de su ropa me ponía a mí, para que fuéramos allá con el Presidente de la República, al Ranchito, a cenar con él, en la mesa de él. Con los dos, no me recuerdo quién fue el primero, López Portillo, y luego con Miguel de la Madrid, con los dos. Ah no, pues me sentía reina, la reina de Inglaterra, pues me traía bien guapa, bien elegante, Rebequita. Muy linda fue Rebequita conmigo, mucho muy hermosa.
No pues es que yo vivía ahí en el callejón Revolución, cerca de una vecindad, donde conocí a Nico, no sé de qué será Nico, la esposa de Uriel Baca, ferrocarrilero él, y luego ya, la señora esta la mamá de esta… doña Eufemia, a doña Eufemia, a Victorina, a Juana Márquez y a todas, pues todas eran más o menos así, cerca de la casa de nosotros.
Y así fue más o menos como surgió esto, traía como unas veinte-veinticinco personas de por aquí cerquita, y luego ya, conocí al señor Salas y llegando allí pues, ya le empecé a enseñar la lista que traía yo, a la suegra de él, a doña Jesús, a él no lo conocía yo, a la mamá de Delia y ya le expliqué yo a doña Chu. Venimos mi suegra y yo, que era la prima hermana de doña Chu, la mamá de Delia, le platiqué y le enseñé la lista que traía, poquitas firmas traía, no traía tantas y le dije que yo quería hacer lo que este señor Adán Sigala.
Primero fue la lista, la invitación de Adán Sigala, aquí me la hizo la proposición de que me fuera a invadir a Chihuahua, cuando entramos aquí, sí.
Cuando entramos a invadir a la colonia él vino hasta aquí y él me invitó a que fuera con él allá a Chihuahua, pero no, pues no, yo no pude ir y no, no me convenía ni nada, porque pues yo, mis hijos chiquitos, y todo.
Pues cuando invadimos él vino, él vino hasta aquí a conocernos a todos, sí. Pues un honor, verdad. Un señorón de esos, que yo pues, que no sabía ni la o por lo redondo, me puse a ver si me salía, porque ya le dije, yo quería que invadiéramos al Centro de Salud que estaba despoblado, pero era chico para la gente.
Y luego ya cuando conocí al señor Salas, entonces ya me dijo él como lo hiciera y yo ya empecé de calle por calle, casa por casa, ya fue cuando encontré mucha gente, y ahí me encontré a la señora Licha Parra, a Doña Loreto, a Raquel Mendoza y a todas esas, a todas las que… si las que, yo andaba de casa en casa con ellas. Y un señor que vivía cerca de mi casa, me dijo que estaba loca, que eso nunca se iba a hacer, se llama Toño, aquí vive junto al panteón, no recuerdo su apellido, le dicen “El Zarco” a él, por aquí vive atrás del panteón, me dijo “está loca usted”, dijo, “qué va a andar haciendo”, dijo, “pues vamos a ver”, le dije, “a ver si no”…
Pues cuando entramos aquí, que lo voy viendo también a él allí, le dije: “¡ándale, no que no, para que veas!” es que, queriendo uno y pudiendo se hace todo, solamente las fuerzas, la gente, y yo me encontré con el señor Salas, y ese fue el que me abrió camino, si no hubiera sido por él, tal vez me hubiera estancado, ¿verdad?, porque Dios me lo puso en el camino a él, porque él luego, luego me oyó y luego, luego me dijo: “compañera, está muy bien eso, únase a nosotros”.
Duramos como tres meses, organizando nomás; yo comencé en abril, mayo, junio, empezando junio, luego, luego se hizo, sí.
Pues juntar gente nomás, de juntar gente, ya nos indicó el señor Salas que hiciéramos la primera reunión, la primera junta. Fue en una casa donde vivían unos sordomudos, que era cerca de mi casa, derecho al tanque de gas, al tanque de agua, al tinaco, está por la calle Abraham… no, la Hidalgo, en la esquina de, dónde le quisiera decir, bueno del tanque de agua que está por la Carranza, estaba una casita viejita todavía, eh, Mague, vive ahí una señora que es amiga de nosotros, ahí fue la primera junta que hicimos, había poca gente, era una casa que nos prestaron, un señor mudito y la señora, hermanos eran, ya murieron también ellos.
Y la segunda la hicimos en…, no me acuerdo qué parte, estaba Humberto Comadurán y me dijo “¿qué andas haciendo”, le dije “venimos a hacer una junta”, Humberto Comadurán es amigo mío, es de mi tierra, y ya, pues no me acuerdo en qué parte, si era el partido, o no sé qué, eso si no recuerdo, dónde fue la segunda junta.
Pero la tercera fue en la escuela Chiquita. Y de ahí fue de donde nos venimos ya, de ahí nos venimos ya para acá, ya teníamos todo listo, yo ya tenía mi jacalito hecho de madera, cuando me vine pa’cá, porque ya sabíamos que íbamos a invadir, ya, fue muy rápido todo, fue muy rápido todo. Toda la gente estaba muy contenta.
Ya habíamos hablado con gente, así, en la segunda reunión, ya para venirnos para acá y ya nos juntamos ahí, y de ahí nos vinimos.
En unas trocas por allá, por ahí entramos, por ahí abrimos el cerco, aquí luego, luego, aquí, en esta casa que está enfrente, yo por eso agarré aquí, en esta esquina, ahí vivía el señor Manuel Palacios, pues aquí, de esta esquina, enseguidita estaba el cerco. Lo trozaron y nos metimos…
Cada quien encantado de la vida, corriendo, pues era llano, llano que pisaba uno y como que estaba esponjada la tierra, entonces como que se enterraba uno. Sí, pues era para las vacas.
Luego, luego, la gente agarraba su pedacito donde le gustaba. Yo aquí me quedé y aquí me quedé. Nico, le tocó aquí a Nico, ¿verdad?, pero no vino, entonces yo lo agarré para mí, la vecina mía, ya murió, pobrecita. Ya no quiso venir.
Eran mujeres, y hombres también, también mi señor se vino. Julián Hernández se vino, ellos entraron junto con nosotros, sí, traían lo de la Cruz Roja, ellos ayudaron mucho, eh. Los cuates Ceballos y Julián Hernández, demasiado que ayudaron.
Entonces, ya como le digo yo, me mantenía por el panteón, allá con este “Chente” y “El Plateado”, a que me dieran menudo para cocerles a las gentes; yo hacía la comida, nadie me ayudó, es mentira esa. Nosotros nunca hemos necesitado que nos ayude nadie, yo les ponía a cocer su tambote de menudo y no lo compraba, me lo regalaban.
Yo no sé cómo me meterían de Presidenta de la primera Mesa Directiva, así pues, por votación yo creo porque no me hubieran metido de otro modo, porque yo no sabía nada de política, yo nada más lo que hice, a la moda tonta. Me salió, gracias a Dios, pero por el señor Salas, eso es lo que digo, que él fue el que me hizo ser o que soy, el líder. El señor Salas sabía mucho, qué le preguntara usted a ese señor, que no supiera...
Y ya empezaron a hacer las credenciales y mi nombre estaba en la credencial. Pues, nosotras todas las que estábamos y las que iban entrando, porque de poquito se hizo mucho. Empezaron a caer y a caer, más y más, y había mucha credencial pa’todas las gentes.
En la primera junta que se hizo quedaron ellas, yo como Presidenta, y esta, Delia Lima y Licha de Secretaria, esta Licha Parra de… Gloria, la que era esposa del que se mató, del que se ahogó en la Laguna, ¿qué se apellidaba, Gloria, de qué será?, yo nunca supe de qué era porque le poníamos el apellido del señor. No, Delia es otra, es una que vive para acá, la tesorera, la que era tesorera, esa es otra, esa es Gloria, pero esa, ¡ay!, que no me acuerdo, de los familiares de Nely, hombre, era esposa del que se ahogó en la Laguna, de Manuel, ¡ay!, ¿de qué era?
Pues en esos días, así, sobrevivíamos como Dios nos daba a entender, cada quien tenía lo que tenía, las que no, nos íbamos, las que se iban, muchos se iban, por eso yo les cocía menudo para que no se fueran, para que estuvieran cuidando su lugarcito, pero no hubo problemas.
El señor Jaramillo, luego, luego se puso a las órdenes de nosotros. Yo hablé una vez, cuando vino Óscar Flores, yo dije todo lo que tenía que decir. Me dijo Humberto: di todo, todo, todo lo que te achacan. Y sí dije todo, todo, todo. El Gobernador pues, me felicitó. Pero muchas cosas de las compañeras, no del señor Salas, de compañeras que como le dije el otro día, ya los muertos hay que dejarlos en paz. Pero sí, Licha Parra, ¡pobrecita!, me hizo muchos males. ¡Dios la tenga en el cielo!
Gándara, quién sabe si ya se moriría, el Licenciado Gándara también fue canijo. Chalío Torres, ¿no le dije?, yo le dije a Chalío Torres, una vez que vino “mire, usted es una persona que me trató muy mal a mí”, le dije, “a mí si no me ofende, yo no ofendo, pero tampoco no me sé dejar, yo no me sé dejar de nadie; pero no me gusta ofender a nadie, ni criticar a nadie, yo soy como soy”.
El señor Salas, mis respetos para él y su familia también, y su suegra igual, todos, todos ellos, sí. No, el señor Salas, yo no tengo ni qué decir de él. No, no, y los muchachos, ellos todo el tiempo han sacado la cara por mí, todo el tiempo, porque varias personas me han dicho que en partes en donde hacen reuniones, dicen nomás de Licha Parra, y de todo y que luego, luego, saltan, este, Ricardo y no sé cuál otro “la señora Magdalena Rosas también, que no se les olvide”.
Yo en veces me pongo a pensar y digo que no nos han reconocido lo suficiente, pero no, no pues al cabo mientras Dios me dé vida y salud y todo, yo soy feliz aquí en mi casa, y he sido muy feliz; ya si me hicieron mal, Dios que las haiga perdonado, pero yo he sido muy feliz aquí en mi casa, porque gracias a mis canías, como dijo un señor, hice mi casa; no necesité ni de autoridad, ni de nada. Jaramillo me regaló los dos terrenos, eso sí se lo digo, yo no los compré.
Ese cuarto de lote que está allí, es mío también. Esta casa ya también está para una de mis hijas, ya todo está arreglado y el señor Jaramillo me regaló todo, y yo con mis esfuerzos, y ya creciendo mis hijos, entre todos me ayudaron y forjamos los cuartos que tenemos.
Sí, ahí en la placa de la plaza está mi nombre y no quiero que me hagan un monumento, porque me sacan los ojos, ya le dije, ja ja ja, pues que le dije, me sacan los ojos, me quiebran las piernas, eh.
No, no. Yo lo que quisiera es que le pusieran a esta calle mi nombre, eso sí, eso sí lo deseo con todo mi corazón, que no quiero morirme sin ver esta calle pavimentada, esta mi calle y acá mi nombre. Pavimentada López Mateos, sí, que le hace que me cobren a mí, no me importa que me cobren a mí. Mi nombre en la calle, no le hace esta (López Mateos) o aquella (Carranza), la que sea…
Ah no, es que yo sabía porque, aquí anduvo un aviador, muy joven, que trabajaba con Mundo Quezada en un avión, una secretaria es hija de ese señor, creo; se mató, no sé, se murió, algo así. Esta muchachita, porque ella, son muy lindas todas las secretarias, todas son muy lindas conmigo, y luego estábamos platicando un día y les dije
– “No, si yo fui la lideresa de…, la líder de la colonia Villahermosa”
– “¿A poco señora?, ahí trabajó mi papá”, dijo, “en los aviones, en el hangar. Ya ve que está el hangar”, dijo, “pero ya se murió”.
Pero yo no sé, se mataría o no sé, no le pregunté, para qué es más que la verdad.
No, pues a la colonia todavía le falta mucho, porque tienen que pavimentar todas las calles, primeramente Dios, ahí poco a poquito, pero también, digo yo, no hay que ser ingratos porque el Presidente también, es como un padre, tiene muchos hijos. Igual que yo cuando los tuve a todos chiquitos, tenía que atender a mis hijos primero, eh. Y el Presidente, no hay dinero suficiente para tanta calle, ahí poco a poquito que ya cuando pueda, si él puede, que pueda pavimentarme mi calle, pues muy agradecida, muy agradecida y muy agradecida, como Pedro Vargas.
Todos me han tratado bien, desde policías, tránsitos. Y de los candidatos, el profe fue el único que vino a visitarme, de los demás ni uno vino, ni uno vino. Pues me dijo que los baños iba a trabajar otra vez igual, no pues ¿usted cree?, y si los quiero aunque no me hagan favores, más bien haciéndome. Lo cumplió, sí, sí, sí, mis respetos para él y su familia, claro que sí, se ha portado de lo lindo conmigo.
Al presidente le pediría, pues nomás mi pavimento, de la calle mía y que le pongan a una calle mi nombre, a la calle mía, a la calle esta o esta, la que sea, si no, “¡pobre de usted, presidente, eh, verá!
No, yo todo el tiempo he tenido muy buenas amistades aquí en Nuevo Casas Grandes, fíjese. A pesar de que he sido tan humilde, tan pobre, he pasado tantas necesidades y todo, y a mí, me ha ayudado mucho la gente, fíjese, Bendito sea Dios.
A mis hijos todos, cuando crecieron ellos que ya podían trabajar, les dije “ahora sí, hay que ponernos las pilas hijos, cada quien que trabaje me va a dar la mitad de lo que gane y vamos a construir una casita”. Y así lo hice. Que llegaban del trabajo “hora sí, mi’jo, la mitad pa’mí y la mitad pa’usté”. Y así fue como forjamos estos adobes que tenemos, ellos hicieron también adobes; estaban chiquitos, hicieron adobes. No, es que para forjar una familia necesita uno mucho, mucho valor y que no le dé tristeza que porque los hijos andan trabajando, no. Tenemos que trabajar todos, para poder tener algo tenemos que trabajar. Yo sola desde hace cuarenta y tantos años, mis hijos me quedaron chiquitos, mi señor nunca les dio a mis hijos ni un peso, nada. Ni lo molesté tampoco, porque yo soy madre pura y pura madre, ja, ja, ja.
Pues, yo creo que ya es tocho por ocho, o tocho morocho.
Sí, es que ese día del aniversario de la colonia, sí me emocioné, porque, mire, a pesar de como le digo, yo no tuve escuela, como quien dice, me corría la venada, no sé ni la o por lo redondo y a pesar de eso, como mi mente me dijo has esto y lo hice, sí.
No, no pues, al señor Salas yo lo recuerdo como era él, como era él, buena gente, que ayudaba a mucha gente y como buena persona, buen esposo, buen padre y todo, desde que yo lo conocí, nunca lo conocí de mal humor, nunca lo conocí echándole a otra gente, ni nada; él fue humilde toda la vida, como sus hijos; sus hijos son muy buenos, no le digo, muy lindos todos sus hijos, ni que sentir de ellos, y la esposa de él también igual, todo el tiempo ha sido muy buena persona. Pues sí a todos los he tratado, nomás que pues como yo ya no salgo para ninguna parte, ya en veces nomás, cuando los veo así, de vez en cuando que…, ahí en el trabajo, pero sí, sí. ¡Qué Dios siga Bendiciendo al señor Salas donde esté!, en su lecho de muerte, ya, ya él ya descansó, ya ahora nos falta a nosotros, a ver cuándo nos toca, ja, ja, ja, ja, ja.
Pero yo sí le doy muchas gracias al señor Salas; él me trató muy bien, yo no tengo, no tuve qué sentir nunca nada de él, nunca, nunca, nunca. Yo pues lo conocí hasta que él murió. Pero yo no fui al funeral, porque yo no voy a ningún funeral, a ningún funeral voy yo.