La tristeza es profunda. Si no supiera que es necesaria para hacer los grandes cambios que requieren las cosas, definitivamente me encontraría como en un callejón sin salida
Juan Durán
lunes, 02 mayo 2022 | 09:37La tristeza es profunda. Si no supiera que es necesaria para hacer los grandes cambios que requieren las cosas, definitivamente me encontraría como en un callejón sin salida. No obstante, ha sido tanto lo que ha significado luchar que hasta parece tratarse ya de un estado natural, donde, por cierto, uno parece encontrar motivos permanentes de seguir, aunque sea con la respiración contenida, con la tensión haciendo trizas a todo mi cuerpo.
Lo dije en otra entrega que tuve para este medio, si se ha sido capaz de armar toda una campaña de desprestigio contra un servidor, si han participado maestros, si han participado alumnos pretendiendo crear un ambiente de hostilidad, lo que hemos venido sosteniendo otro grupo de trabajadores de la universidad, ha sido lo correcto: se supone que formamos en los mejores valores y los mejores principios de fraternidad, de solidaridad y de hospitalidad como para participar en una campaña de este tipo.
He sido un defensor de las víctimas en sus distintas manifestaciones. Ahí donde existe una víctima voy a estar. El propio contenido de mis enseñanzas en torno a la posibilidad de una filosofía desde el abrazo, desde la hospitalidad y desde la alteridad me ha implicado una construcción de teorías que me han mantenido ocupado los últimos diez años.
Puede considerarse que se trata de una propuesta demasiado idealista, inviable para algunas personas, pero consideramos muchos otros, que este tipo de propuestas contribuyen a una mejor sociedad. Por lo tanto, no será ahora, en medio de esta tempestad, cuando modifique estas formas de pensar. Sé que hay un camino harto difícil de recorrer, sé también que ahí, a un lado, se encuentra el que quiere aniquilarnos, el que quisiera que desapareciéramos del mapa; al que la sola presencia de gente, como nosotros, estorba a sus intereses.
Pareciera también que de muy poco sirve que haya yo mantenido una postura de respeto a muchas causas durante más de treinta y dos años. La inquina se ha adueñado de nuestra institución, la ha empequeñecido, la ha absorbido, y ahora se propaga queriéndose comer a sus hijos. No saben, quienes ahora se engolosinan, que mañana, esa maldad, esa inquina los engullirá también, o por lo menos, los mantendrá como una amenaza permanente, una especie de espada de Damocles pendiendo a punto de caer sobre sus cabezas, de asomarse con toda su estela de miedo y de terror.
La realidad es que las cosas de los seres humanos, para que sean realmente edificantes, deben pasar por los dolorosos tormentos del infierno. No es necesario imaginar un infierno fuera de la tierra, es posible el infierno aquí mismo a la vuelta de la esquina. Se asoma, no muestra su rostro, pero marca la vida de todos y manifiesta sus garras de culpabilidad. Es el estigma del hombre como un eterno culpable.
Cuánta razón tenía Kafka que pinta siempre al ser humano con una maldad descomunal y con toda su inclinación a convertirnos en animales repugnantes. Así las cosas, en “La metamorfosis”, Gregorio Samza, un día amanece convertido en un repugnante insecto. La trama de la novela registra las voces del resto de su familia en las habitaciones de junto, los miembros de su propia familia refieren a todas las atrocidades de que somos capaces los seres humanos. Convertido en una cucaracha, se sabe permanentemente vulnerable, amenazado, en suma, profundamente culpable.
Caso similar le ocurre a Josef K en la novela “el Proceso”. Como en “La metamorfosis” un día cualquiera Josef K despierta en un amanecer y se encuentra con su casa invadida. Poco a poco se va dando cuenta de que se ha convertido en un juzgado, una serie de oficinas, personal que pasa de un cuarto a otro. El Señor K se mira estupefacto, se sabe invadido por algunos asuntos que tienen que ver con la ley. Sabe que mientras la ley permanezca se convertirá en una espada de Damocles, en un permanente acoso, en una amenaza. El hombre como un culpable permanente.
Ya se sabe que he dedicado mi vida entera a proveer a esta sociedad de una universidad que en los últimos años ha permanecido en un conflicto interminable. Junto con otros compañeros, sostenemos un proyecto de universidad incluyente, como una institución hospitalaria donde se formen los mejores seres humanos para la sociedad a la que servimos.
No nos anima el poder. Tampoco la vanagloria fácil. Nos mueve en todo caso la posibilidad de una oferta educativa humana, demasiado humana.
El problema de la Universidad Pedagógica Nacional del Estado de Chihuahua en su campus de Nuevo Casas Grandes es que, de cinco años a la fecha, ha perdido su esencia. Nadie debe olvidar que durante más de 25 años vivió una estabilidad que no ha vuelto a encontrar. Hay intereses ajenos a la misma que la sacuden y que la mueven en un sentido y en otro. Los que nos tocó fundar el proyecto sabemos que se alimenta del sueño de una universidad muy humana.
Lo he sostenido: somos un nicho de saber que no ofrece ninguna otra institución de nivel superior en toda la región. Existe el propósito de vaciarla, de convertirla en un simple seno de saber instrumental, de formar seres pragmáticos. Todo lo que la envuelve tiende a eso, parece que el sueño de una universidad diferente se esfuma, parece que el neoliberalismo que permea en la sociedad toda en Chihuahua quiere carcomer también el sueño de una universidad mejor.
Como algunos saben, se me solicitó, quizá bajo el engaño, si seguía creyendo que en la universidad había corrupción. Contesté que era muy rápido para suponer que se acabaría. No obstante, me solicitaron que esa frase con la que terminaba mis artículos era difícil e incómoda. “Yo vine a acabar con la corrupción” se me ofreció. No fue tal.
Ahora las nuevas estructuras se sostienen sobre esa corrupción, las formas de organizar a la universidad en esta etapa, ha desoído y ha dejado de lado denuncias concretas y los implicados ocupan cargos de coordinación que permiten reflejar que no sólo no cambió algo, sino que la corrupción es ahora parte de la estructura de organización de la institución.
Días antes de la huelga de hambre que emprendimos la Dra. Norma Leticia Rodríguez Vázquez y un servidor habíamos hecho llegar a la Gobernadora de Chihuahua Maru Campus, un documento con 18 puntos de denuncia de corrupción en la UPNECH local y estatal. Se nos dijo, durante la negociación para que levantáramos la huelga de hambre, que se estaba revisando punto por punto. Que ya se sabía de cosas concretas que no debieron haberse hecho como se hicieron, que, por ejemplo, los 31 millones de pesos del programa “Escuelas al Cien” que se habían destinado y etiquetado para esta institución, fueron dispersados y no debió haberse hecho eso. Parecía que todo se desarrollaba en un clima de confianza, se nos solicitaba la confianza, el beneficio de la duda.
Pero todo se esfumó. Ver las cosas para atrás significa la experiencia de una parodia mal hecha por absurda y por aberrante. No se sostiene lo que se firma, mucho menos puede sostenerse la palabra que se lleva el viento. No se dignifica la política, parece que la consigna de los políticos de ahora consiste en saber engañar del mejor modo. Importa cierto éxito malentendido, de llegar al fin sin reparar en los medios. No hay ética, ni compromiso, ni respeto de uno mismo, menos del otro con el que se negocia. En fin, es el tipo de política que nos tiene donde nos tiene: en una sociedad descompuesta, desanimada, desalentada, egoísta y dispuesta a la vanidad fácil.
Como no hubo cumplimiento de nada de lo prometido hasta ahora, quiero dejar sentado que vuelve la frase final que mantuve por más de dos años, hasta en tanto no comience el proceso de saneamiento de la universidad.
A un servidor se le acusa y se le acosa, y a los que violan la ley y las normas, se les cree inocentes, y, lo que es más, se les premia.
Por otro lado, exijo se resuelvan los problemas de corrupción que hay en la UPN Campus Nuevo Casas Grandes y en la UPNECH.
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